proceso de elaboración de la talavera
En la primera fase, se mezclan dos tipos de barro (negro y blanco). Se cuelan y se dejan reposar. Posteriormente, se preparan con las manos y se pasan a los talleres para ser moldeados, ya sea con tornos o con moldes.
Una vez con la forma deseada, las piezas se secan de manera natural, bajo condiciones determinadas de temperatura y humedad. Según el tamaño de la pieza, el secado puede durar de 8 a 12 semanas.
Cuando las piezas se han secado, se hornean a una temperatura de 850 ºC. Así, las piezas adquieren el color típico del barro. En esta fase se le conoce con el nombre de “jahuete”, palabra que proviene del vocablo mexica para denominar una pieza cocida o “galleta”. También se les conoce como “sancocho”, que es una antigua palabra castellana que se usa para indicar una cocción parcial.
Las piezas en jahuete están listas para ser esmaltadas. Por medio de inmersión, se le cubre toda la superficie para después aplicar la pintura. El esmalte aporta el tradicional brillo y color único de la auténtica Talavera poblana. Lo que hace distintiva a la Talavera de otras cerámicas vidriadas son el color del esmalte, que no debe ser completamente blanco y además de la textura.
Los diseños de la Talavera se marcan en las piezas con los llamados “estarcidores” que se utilizaban desde el siglo XVI, una especie de esténciles, que proporcionan una guía para aplicar la pintura.
Los colores se obtienen a partir de minerales naturales. Para pintar se emplean tradicionales pinceles de pelo de mula. El color intenso, el brillo y la durabilidad de la Talavera se deben a las pinturas minerales que reaccionan con el esmalte al introducirse al horno por segunda ocasión a una temperatura de 1050 ºC. Algunos elementos de diseño tradicionales de la Talavera se realizan a mano libre por los diestros maestros artesanos (como por ejemplo: El tradicional plumeado).